viernes, 26 de febrero de 2010

Como cronista del Tepeyac, Horacio Sentíes Rodríguez ilustra la Evolución urbana del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, y hace un recorrido que da a conocer el escenario arquitectónico de la Villa de Guadalupe en sus monumentos más notables.


La última y muy valiosa aportación: Basílica de Guadalupe. Santuario de los mexicanos, se debe al arquitecto Pedro Ramírez Vázquez quien nos hace participes de las condiciones reales que toma en cuenta para la construcción de la Nueva Basílica y la solución formal para lograr una congruencia perfecta entre sus ideas y la realidad. En sus reflexiones aporta interesantes datos precedentes a la construcción de la nueva basílica y explica cómo, su plan arquitectónico, se adecua perfectamente a las magnas necesidades de su obra: Millones de fieles y peregrinaciones durante el mes de diciembre, ansiosos de ver a la Virgen y participar en los oficios dentro y fuera de la basílica; misas diarias y otros oficios de la iglesia católica; protección tanto de la Virgen como de los fieles, conservación y buen funcionamiento en cada momento.


La integración de este volumen fue un experimento en convivencia, en conjuntar la producción de mentes e ideas diferentes, y aún contradictorias sin protesta o crítica alguna de ninguno de los participantes o de las partes. Es de esperarse que nuestro trabajo contribuya a que otros estudiosos comenten, completen o amplíen los trabajos presentes, a notar los vacíos que aún existen y las enormes posibilidades que el área del Tepeyac ofrece para nuevas y más profundas investigaciones.

Agradecemos la decisión del rector Rodrigo Valle Sánchez, al obsequiarnos esta producción, obra imprescindible de la cultura mexicana. Asimismo, al licenciado Carlos Peláez Casabianca, Vicerrector de Formación y Servicios Profesionales de la Universidad del Tepeyac, por su atinada guía y apoyo, lo que demuestra, una vez más, su valía como impulsor de la cultura; y a la licenciada María de los Ángeles Castillo, por sus oportunos comentarios pero, sobre todo, por el cariño depositado a este texto.

M. en H. Ismael Arturo Montero García